
Disfrutamos haciendo luz
Después de muchos años en el teatro, nuestro corazón no se ha educado aún, nos sigue sorprendiendo la obscuridad y disfrutamos haciendo luz. Nos fascinan los pequeños encuentros en el suelo de la escena, leves como una pelusa que huye por un soplo y los inmensos como un alma. Somos capaces de jugar durante horas con una maderita con nariz y ojos, nos alegra ser amigos de personajes sabios e ignorantes a los que regalamos nuestro aliento. Sabemos que más vale un gesto que mil palabras porque los silencios del público nos lo confirman. No nos gustan los aplausos a destiempo, preferimos las risas y la emoción, nuestro trabajo es perturbar, desaforar, conmocionar y escapar de la tranquilidad sosegadora que todo lo arrasa y no permite a las miradas salir de sus cuencas de ríos bien encauzados. Nos trae de la mano el juego, la música y el ritmo de la belleza, nada más, para ellos somos un amor fácil que nunca se resiste a iniciar un baile, siempre que no nos obligue a comprar unos zapatos caros pues disfrutamos con la arena que se pega a nuestros pies.